sábado, 11 de octubre de 2008

Las margaritas que odiaban los floreros



El rencor de estos días me esta confundiendo, ya no entiendo cual es mi vaivén, ni procuro tomar las cosas con calma como suelo hacerlo siempre.

Creo que las emociones que azotan mi vida se están volviendo inestables e irritantes por muchos aspectos cotidianos.

La corrupción social me esta envenenando y todo aspecto común se esta volviendo algo tranquilo y mas apacible, pero por el otro lado me siento un “autista”. Si ese que encontró muchos secretos de la vida y su cuerpo le prohíbe divulgar o la misma cadena natural le corto las alas antes de ser un ave.

Este dilema me envuelve en otro y este en otro más, además mis sentimientos están desenchufados de mi, pues ya no opto por esa dicha búsqueda, si no que ahora vivo con el típico cliché: “ya llegara en el momento que en que menos te lo esperas”.

¿Será que el veneno de la vida común y social, es culpa de algún error de cálculo en mi búsqueda de la verdad?

No entiendo desde cuando estoy contagiado, pero busco algún antídoto; La fantasía y la realidad deben estar yendo de la mano siempre.

Yo busco en algún rincón de mí, esa habilidad perdida, enterrada por causa del destino o por el descuido propio. Ese que siempre me paga los platos rotos de mi otro yo, que duerme apaciblemente rodeado por la soledad.

Quizá cuando más nos sentimos amos de todo lo que nos rodea, somos esclavos del vínculo creado con las personas descritas en este pequeño párrafo.

¿El aprender es la carga mas pesada y la mas destructiva que existe en este mundo?

Pero cuando este peso se convierte en una responsabilidad nos volvemos más que simples indagadores de algo, para convertirnos en enseñadores cotidianos.

Regalar lo que sabes también se vuelve en una espada de doble filo, claro que es confortable dar sin nada a cambio. Pero esto se vuelve peligroso cuando te expones mucho a las personas dando lo que sabes, y estas esperando mas y mas, hasta dejarte vació con sus complejos y luego largarse sin decirte gracias.

Que difícil es acumular todo lo que nos rodea, pues si no tienes un filtro, te puede llegar las impurezas y te conviertes en algo como un amorfo sin rumbo y con un conformismo pegado en tu espalda, de tal manera no lo podrás ver.

Solamente lo podrás quitar si hay alguien a tu lado que te indique es lo tienes atrás.

Al llegar a este punto, me doy cuenta que todo en exceso es malo, pero el aprender es algo que no se debe considerar excesivo no importa que te desequilibres pues uno es el que toma las decisiones... no una frase.

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